CONSECUENCIAS GENERALES DE
La expansión, que dio como resultado un nuevo mapa del mundo, planteó, en las naciones descubridoras, un interrogante: ¿a quién pertenecían las nuevas tierras?
España y Portugal: la puja por el reparto del mundo
Hasta el momento de la expansión se reconocía como un atributo del papa el otorgar la posesión de tierras a los monarcas que, a su vez, se comprometían a difundir en ellas la fe católica. El Tratado de Alcacovas (1480), confirmado por una bula papal, había otorgado a Portugal la posesión de las islas Madeira, Azores y Cabo Verde, y la costa africana al sur de las Canarias. Sin embargo, no quedaba claro si incluía también el océano. Esta interpretación, defendida por los portugueses, les otorgaba el dominio de las tierras americanas descubiertas.
Después del primer viaje de Colón, los Reyes Católicos se apresuraron para asegurar su dominio sobre las nuevas tierras, recurriendo al papa Alejandro VI, de origen aragonés. Este se expidió por medio de
Los nuevos circuitos de intercambio
La expansión proporcionó, a los mercados europeos, nuevos productos antes desconocidos (maíz, papa, tabaco, cacao), que se incorporaron al consumo y, al mismo tiempo, aumentó la cantidad de mercancía proveniente del tráfico con Oriente: sedas, especias, etcétera.
La conquista de la costa africana hizo posible, a su vez, la generalización del tráfico de esclavos. Los metales preciosos estimularon el creciente comercio, e hicieron más poderosos a los centros mercantiles que controlaban los nuevos circuitos de intercambio. De esta forma, el comercio se enriqueció en cantidad y variedad de productos que circularon, por primera vez, a escala mundial. Así, el comercio a través del Atlántico adquirió una importancia decisiva.
Los Estados que participaron en la expansión y aumentaron sus dominios jugaron un papel preponderante en la política de su tiempo y aumentaron las rivalidades entre ellos. Las ciudades y los puertos por medio de los cuales fluía el nuevo comercio fueron el asiento de una burguesía mercantil y financiera cada vez más rica.
Por otra parte, el incremento de los intercambios impulsó el desarrollo y perfeccionamiento de la industria naviera, el mejoramiento de los puertos y la expansión de las manufacturas europeas. La expansión determinó también un enorme adelanto en los conocimientos geográficos, astronómicos y de las Ciencias Naturales.
La mentalidad del hombre europeo fue sacudida violentamente por una nueva imagen del mundo. No solo se confirmó la esfericidad de
Varios mundos y un mercado
El principal resultado económico de la expansión europea hacia ultramar fue la iniciación del proceso de formación de un mercado mundial. Por primera vez en la historia, un solo sistema de intercambios fue abarcando, poco a poco, todo el planeta.
Durante el siglo xvi, se conformó una red de navegación que conectó, en forma cada vez más directa y frecuente, territorios lejanos, antes aislados: China e India, México y Perú, África y Filipinas. Todos los territorios quedaron vinculados al centro neurálgico del comercio mundial: el occidente europeo. Así, Lisboa y Sevilla se transformaron en los puertos privilegiados; Amberes y Amsterdam, en los más importantes centros financieros y comerciales.
El comercio ganó en amplitud geográfica pero también multiplicó sus valores y sumó objetos de intercambio.
La economía comercial y monetaria europea transformó a nuevas regiones, en su mercado y fuente de aprovisionamiento. Cada zona mantuvo sus formas de organización productiva y sus técnicas tradicionales, pero reorientadas ahora hacia el comercio. En varias regiones del planeta se practicaron nuevas actividades económicas, adoptadas de otros continentes, y se utilizaron técnicas y mano de obra también traídas de afuera.
De esta forma, durante el siglo xvi, se sentaron las bases para la unificación económica del mundo a través de la acción del comercio europeo. Por ello, en los países atlánticos de Europa, los grupos mercantiles adquirieron un peso social cada vez mayor, al convertirse en los dirigentes del comercio mundial.
Nuevas economías y nuevos imperios
Las oportunidades que abría la economía acrecentaron la competencia entre los Estados modernos en formación; cada uno necesitaba incrementar su participación en el comercio mundial (pues de ello dependía su poderío en Europa), asegurarse el control exclusivo de determinadas zonas, excluyendo a sus competidores, y obtener los recursos necesarios para financiar los crecientes gastos del aparato estatal.
Primero, España y Portugal. Luego -a medida que superaban sus conflictos internos- los otros estados atlánticos (Francia, Holanda e Inglaterra) se lanzaron a la empresa de transformarse en el centro de vastos imperios coloniales.
En el nuevo escenario mundial, España y América tenían una ubicación especial. El continente americano tenía la función de proveer al mercado mundial, de metales preciosos en cantidades antes nunca vistas. Esto dio sustento al poderío español del siglo xvi.
Durante varias décadas, España fue el punto de entrada de la enorme masa de metálico americano y se convirtió en el gran intermediario del comercio internacional.
Pero la magnitud de sus deudas y las crecientes importaciones hicieron que la mayor parte de esta riqueza fluyera fuera de sus fronteras.
Tomado de HISTORIA II Lá época Moderna en Europa y América. Roger Geymonat y otros Ed Santillana, Montevideo 2001
muy bueno me sirvio.pasate por mi blog
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